A raíz del matrimonio del rey don Manuel I de Portugal con la infanta Isabel de Castilla, hija de los Reyes Católicos, en 1496 se decretó la expulsión de los judíos de Portugal, que al final no se ejecutó como tal expulsión, sino que se concretó en una masiva conversión forzada en 1497. Muchos de los convertidos (cristãos novos o cristianos nuevos) mantuvieron a escondidas la práctica de la religión de sus mayores, cosa que fue posible en gran medida porque en Portugual no actuó la Inquisición hasta 1540.
Estos conversos criptojudíos (con frecuencia llamados despectivamente marranos) fueron, a su vez, el germen de comunidades sefarditas en los Países Bajos, en Inglaterra, en Hamburgo, en ciudades italianas como Ferrara o Ancona, o en las colonias portuguesas, españolas y holandesas de América; a lo largo de los siglos XVI y XVII.
Con frecuencia el proceso de emigración y formación de las comunidades de la diáspora sefardí fue complejo y duró años o incluso generaciones, y no sólo por las condiciones en que se hacían los viajes en aquella época, sino porque era frecuente que un individuo o una familia itinerase de un país a otro hasta asentarse definitivamente. (Fuente: Sefardí web)